El Palacio de Versalles constituye una de las más hermosas
realizaciones del arte francés en el siglo XVII. El antiguo pabellón de caza de
Luis XIII fue transformado y ampliado por su hijo Luis XIV, que instaló en él
la Corte y del gobierno de Francia en 1682. Hasta la Revolución Francesa, los
reyes fueron sucediéndose y embelleciendo el Palacio.
Destacan la Galería de los Espejos, los Grandes Aposentos
del Rey, el Museo de la Historia de Francia, a lo largo de los siglos, el
Palacio de Versalles, sede del poder hasta 1789, no dejó de evolucionar.
Los jardines
Desde la ventana central de la Galería de los Espejos se
despliega, antes los ojos de los visitantes, la gran perspectiva que dirige la
mirada desde el Parterre de Agua hasta el horizonte. Esta perspectiva original,
anterior al reinado de Luis XIV, fue acondicionada y prolongada por el
jardinero André Le Nôtre, que amplió la Avenida Real e hizo excavar el Gran
Canal. Esta inmensa perspectiva se extiende desde la fachada del Palacio de
Versalles hasta la verja del parque.
En 1661, Luis XIV le encarga a André Le Nôtre la creación y
el acondicionamiento de los jardines de Versalles que, en su opinión, son tan
importantes como el Palacio. Los trabajos se inician al mismo tiempo que los
del Palacio y duran unos cuarenta años. Pero André Le Nôtre no trabaja solo.
Jean-Baptiste Colbert, Superintendente de obras del Rey de 1664 a 1683, dirige
las obras; Charles Le Brun, nombrado Primer Pintor del Rey en enero de 1664,
realiza los diseños de un gran número de estatuas y fuentes; un poco más tarde,
el arquitecto Jules Hardouin-Mansart ordena que se realicen unas decoraciones
cada vez más sobrias y construye la Orangerie. Por último, el Rey aprueba
personalmente todos los proyectos y exige conocer cualquier detalle
La creación de los jardines exige un trabajo inmenso. Para
acondicionar los parterres, la Orangerie, las fuentes y el Canal, allí donde
sólo existían bosques, prados y pantanos, se necesitaron enormes carretadas de
tierra. Esta se transportaba en carretillas y los árboles se traían en carro de
todas las provincias francesas; miles de hombres, a veces regimientos enteros,
participaron en este grandioso proyecto.
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